“Solo por la noche cuando acaricio su hocico y su pelo apelmazado, logró comprender el dolor que hay bajo sus ojos. Los perros por el contrario me entienden mejor que nadie: no piden explicaciones, no son maliciosos, no se alimentan de lugares comunes, no tienen vicios, no se lían con mujeres, no fuman, se conforman con acurrucarse a mi lado y apoyar el hocico sobre mi regazo…”
—Horas Perdidas.
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