Cada vez que mi áspero rostro se encuentra con la suavidad del suyo el flujo de mis venas se vuelve oscuro y denso, siento el peso del deseo sobre mis hombros como un par de brazos que cobijan mi pecado.
Y yo me pierdo en ese abrazo, me rindo ante su sonrisa, tan núbil, tan prohibida. Mi boca se seca y solo la humedad de sus labios puede deshacer toda culpa y regresarle la sangre a mi cuerpo.
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