martes, 17 de diciembre de 2019

El secreto del pasado/ Rudy Kousbroek



Tener una mascota es, en el fondo, un desafío a la creación, un reto a un universo gobernado por biólogos doctrinarios y por la indiferencia. Tener un animal doméstico tiene algo de un intento por redimir por lo menos a una criatura, un esfuerzo por brindar aunque sea a un solo ser una vida sin tristeza. ¡Que haya el menos una forma de vida que lo tenga todo regalado y sea mimada como si fuera lo más natural, que por fin un ser inocente pueda vivir toda una vida con la ilusión de que en el mundo no existe la malignidad!

¿De dónde viene ese afán? En realidad, es la manera en que quisiéramos que Dios nos tratara a nosotros: con amor, sin hostigarnos. Después de todo, los animales también se encuentran indefensos, a nuestra merced; es como si quisiéramos demostrar que esto es posible sin cometer abuso. Pero lamentablemente la prueba falla: si bien es cierto que disponemos de arbitrio, carecemos de poder, y esta circunstancia nos es recordada sin piedad cuando algo sale mal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario